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Botero en ARTIKA: recordamos al maestro a través de dos obras exclusivas
El pasado 19 de abril, Fernando Botero hubiese cumplido 92 años. Su paso por ARTIKA ha dejado una huella profunda, por eso este mes queremos recordar algunas de las claves de su estilo. Estos son algunos ejemplos de su forma de entender el arte, pertenecientes a las dos ediciones que nos dejó como legado exclusivo.
Un creador inolvidable
Si la grandeza de una persona se mide en las distancias cortas, el maestro Botero es un buen ejemplo. Los profesionales de ARTIKA que tuvieron el privilegio de colaborar estrechamente con él conservan el recuerdo de su trato cordial y siempre atento.
El fruto de estos encuentros con el maestro colombiano quedó plasmado en dos ediciones exclusivas: Las mujeres de Botero y Vía Crucis. En ellas están presentes todos los rasgos que hacen de Botero un artista tan especial e inconfundible.
Mujeres y mitos
Una de las obras principales de la primera etapa de Botero fue su Mona Lisa a los doce años. Desde entonces, la figura femenina fue siempre uno de los temas más característicos de la iconografía del artista.
Las mujeres de Botero incluye una selección de cuarenta y cinco dibujos que abarcan todos los matices: mujeres de todas las edades, en escenas cotidianas o mitológicas, en actitudes irónicas, misteriosas o dramáticas. Veamos de cerca un par de ejemplos.
Mujer leyendo, lápiz sobre papel, 1987
Aunque suelen recordarse las imágenes de modelos posando ante el artista o mirando al espectador con desenfado, Botero plasmó en múltiples ocasiones la imagen de una mujer leyendo. Esta estampa cotidiana destaca por la paz y la ternura que desprenden el rostro y la postura relajada de la mujer, ajena al mundo exterior y enfrascada en la lectura. Las escenas costumbristas que suelen representar estas obras combinan a menudo acciones cotidianas con referencias a la tradición pictórica o a los mitos clásicos.
Rapto de Europa, lápiz sobre papel amate, 2001
Esta imagen representa la iconografía clásica de la leyenda de Europa, una princesa fenicia, que fue capturada por un Zeus transformado en toro blanco. Según el relato mitológico, el dios griego la llevó a lomos nadando hasta Creta (y ella acabó prestando su nombre al continente). Esta escena ha sido plasmada por artistas como Rembrandt, Tiziano o Picasso, y el propio Botero la representó en varias ocasiones, también en forma de escultura.
Las raíces de Botero
Con su estilo inconfundible, Botero ofrece en Vía Crucis un recorrido por la pintura europea, desde el año 1200 hasta la irrupción del Barroco.
Al mismo tiempo, ahonda en su mundo interior con referencias a su tierra natal. Por ejemplo, algunas obras incorporan detalles que remiten a los paisajes y las calles de su infancia.
Su visión de sufrimiento de Cristo ofrece múltiples lecturas: nos muestra que las emociones humanas trascienden culturas, épocas y creencias.
Jesús en el Jardín de los Olivos, acuarela y lápiz sobre papel, 2011
Los momentos previos al arresto y la Pasión de Cristo están ampliamente representados en la historia del arte. A través de la composición de la escena, Botero alude a obras como Cristo en el huerto de los olivos (1460), de Andrea Mantegna, y la Resurrección (1463-1465), de Piero della Francesca. Sin embargo, Botero elimina las referencias sobrenaturales. No aparecen ángeles, y los apóstoles dormidos visten con ropas de nuestro tiempo.
Jesús cae por primera vez, acuarela y lápiz sobre papel, 2011
Esta imagen potente y llena de carga simbólica ocupa un lugar destacado en toda representación del Vía Crucis. Botero sitúa a Jesús en un barrio humilde, con unas montañas de fondo que remiten al paisaje de Antioquia. De este modo, Botero recoge la tradición de situar los relatos bíblicos en escenarios reconocibles para los fieles. La escena ofrece un diálogo dinámico con los dibujos que vienen a continuación en la serie (Jesús cae por segunda vez y Jesús ha caído).
Crucifixión, lápiz y lápiz de color sobre papel, 2010
El hito más significativo de la vida de Cristo aparece resuelto en los Evangelios en pocas palabras, pero es la imagen más icónica del Nuevo Testamento, con infinidad de interpretaciones artísticas. Botero presenta aquí a un Cristo monumental, acompañado de dos referentes clásicos: la figura a caballo del centurión Longinos, que atravesó a Jesús con su lanza, y el cráneo al pie de la cruz que, según la tradición, perteneció a Adán. Sin embargo, el trazo del maestro va más allá de la representación de una temática religiosa: conmueve al espectador porque nos habla del sufrimiento humano.
Un año sin el maestro Botero
En ARTIKA tenemos muchos motivos para rendir homenaje a un artista que creó un estilo propio y supo conectar con todo tipo de públicos, más allá de idiomas y fronteras.
Como dijo Mario Vargas Llosa: "El mundo creado por el arte de Botero es único. Ningún artista de nuestro tiempo tiene una visión tan positiva y optimista de la vida."